Thursday, December 30, 2010
Las Lagrimas de la Luna de Ariel Skiba
Hubo en tiempo en que la luna y el sol estaban juntos en el cielo. Pasaban los días en paz, sin la oscuridad, y sin demasiado calor, contemplando al mundo desde su posición. A la luna le gustaba estar cerca de su amor, el sol, para sentir el calor de sus rayos brillantes. Cuando ella estaba cerca de él podía olvidar sus imperfecciones y su fealdad.
Un día, el sol meditaba sobre la luna y le dijo, “Yo puedo calentar al mundo. ¿Qué haces tú?”. La luna respondió, “Sólo puedo atraer la marea.” El sol le dijo aún más, “Yo puedo alumbrar al mundo y eliminar las sombras. ¿Qué haces tú?” La luna respondió, “Sólo puedo reflejarte a ti, tu propia luz.”
El sol decidió que la luna no hacía nada y se molestó con ella. Dijo a la luna, “No haces nada. Te vistes con mi luz como una cleptómana y tu cara desfigurada me molesta más y más cada día que la veo.”
La luna no dijo nada, sólo empezó a llorar. Cada lágrima que caía de su cara se transformaba en una estrella brillante. No reprochó nada al sol; ella sólo descendió de su lugar al lado del él. La Luna quería mostrar su gratitud al sol porque siempre había estado a su lado; entonces, decidió reflejar la luz del sol. El sol se puso contento de ver su propia luminosidad reflejada en la luna, y estaba tan feliz porque su presencia era la de una amiga.
Desde ese momento la luna y el sol no han estado juntos en el cielo. Cada día cambian sus lugares. El sol ilumina el cielo y la luna atrae las tinieblas, pero nunca ha dejado de reflejar la luz del sol y, cada noche, las estrellas se unen con ella como un testamento de su lealtad y amor.
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